sábado, 3 de julio de 2010

La parábola del rico y Lázaro

Si los muertos están inconscientes, ¿cómo debemos enten­der la parábola del rico y Lázaro

Según Lucas 16:19-31?

Si aceptamos que esta parábola nos enseña que al morir vamos de inmediato al paraíso o al infierno, nos encontraríamos con las siguientes contradicciones bíblicas:

Jesús y los apóstoles enseñaron que la recompensa de los justos les será dada recién en ocasión de la segunda venida de Cristo (Mat. 16:27; 25:31-41; 1 Cor. 15:51-55; 1 Tes. 4:16,17;Heb. 9: 28; Apoc. 22: 12 y otras).

Además, la Biblia enseña que los muertos nada saben, ni participan en ninguna actividad en la tierra (Ecl. 9: 5,6-10; Sal.146:4, etc.).

Por otra parte, en la parábola, el rico conversa con Abrahán, quien supuestamente está en el paraíso (vers. 24-31). Pero la Biblia dice que Abrahán aún no está en el cielo. En la epístola a los Hebreos, se mencionan muchos nombres de hombres de fe de la antigüedad, entre ellos Abrahán (Heb. 11: 8-19). Después de referir esos nombres dice: "Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros" (vers. 39, 40). Como se ve, ni Abrahán ni ninguno de los fíeles de la antigüedad han recibido el cumplimiento de la promesa de Dios respecto a la salvación, pues El ha dispuesto que "no fuesen ellos perfecciona­dos aparte de nosotros". En efecto, cuando venga Jesús, todos los redimidos recibirán, en el mismo día, el galardón de la vida eterna prometido por la gracia de Dios (1 Tes. 4:16, 17; 2 Tim. 4:6-8).

Según ella, al morir la persona, el espíritu queda libre desu cuerpo, sin embargo. en la parábola, las supuestas almas o espíritus del rico y Lázaro tienen ojos, dedos y lengua (vers. 21,22).

¿Es que los espíritus tienen los mismos órganos físicos que los cuerpos?

Además el rico pide que vaya "alguno de entre los muer­tos" (vers. 30), para advertir a sus familiares de su error.

¿No hubiera correspondido pedir que alguno de entre los vivos fuera a hacer esa obra?

Y por último, ¿podría admitirse como realidad eterna que el lugar del supuesto castigo, el así llamado infierno, esté tan cerca del paraíso de modo que pueda existir comunicación entre unos y otros? ¿Haría felices a los redimidos el oír por la eternidad las quejas y los gemidos de los réprobos y observar su eterno sufrimiento?

En vista de todas estas contradicciones que emanan de una interpretación literal de la parábola, como lo sugiere la pregunta, concluimos que esta parábola, como todas las parábolas, es una ilustración cuya aplicación corresponde darla solamente al que la usó, en este caso Jesús. Se dice que oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él" (vers. 11). Deducimos por ello que el Señor usó esta parábola para advertir a sus oyentes avaros y confiados en sus riquezas, que la salvación no depende de los bienes materiales que se poseen, sino de la conducta y el correcto proceder de la persona. En ese entonces era popular la idea de que la pobreza y o la enfermedad eran maldi­ciones de Dios (véase Juan 9: 1 -3), y que la riqueza era bendición divina. Esta parábola contradice tan equivocada creencia, por cuyo motivo la refirió el Señor.

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